Escritores locales


“Morir para Vivir”
(Esteban Rapela)

Las mariposas revoloteaban dando piruetas entre ellas mismas, multicolores todas como el arcoíris visto por última vez, allá en el horizonte en dirección hacia las montañas del oeste. En la lontananza de la soledad, ella yacía inmersa en el más profundo de los silencios, contemplando el vuelo de aquellas mariposas y a su vez, la belleza de la vida en un tamaño tan pequeño.
El atardecer resplandecía en sus ojos celestes  y a lo lejos,  rodeada de árboles  y pinos se hallaba su casa, diminuta comparada con la inmensidad del valle donde ella permanecía sentada. El sol moría aquel dia domingo, reflejando en el cielo sus últimas pinceladas rojizas previas al ocaso, mientras ella meditaba muy profundamente su porvenir, a pesar de su joven edad.
Las campanas le marcaron el fin de la meditación y un llamado a su nombre  pudo percibir en esa voz femenina. Sabina tuvo que descender tan pronto como pudo ya que su madre siempre había tenido un carácter con pocas pulgas. Exigente y muy autoritaria. Su padre brillaba como las estrellas en una noche de tormenta.
 Con el despertar del día, el panorama de su decisión se tornó transparente como el agua de los lagos, donde al solo hundir la cabeza puedes apreciar el fondo pedregoso. Dos décadas de sufrimiento y maltratos fueron imágenes una tras otra en su mirada clara, como diapositivas proyectadas frente a sus narices, y ella sentía que el final de ese  triste y violento cuento debía apagarse y abrir las páginas hacia una historia más acorde a sus aspiraciones vitales.
El momento adecuado de apertura hacia una nueva vida, una vida mejor se aproximaba con tan solo empujar su endeble puerta de madera ajada por el tiempo y los golpes. A simple vista solo un trámite aparentaba, pero su madre nunca había sido la clase de persona fácil de engañar. Engañar y huir, dos desafíos juntos y al mismo tiempo, enfrentando a un gran adversario.
Su mirada atravesaba más allá de las ventanas pues la libertad pendía de un solo acto silencioso y fugitivo. Desde chica contemplaba y admiraba a las águilas por la libertad de volar sin límite, sin destino ni horario, sin rutas ni relojes. Libre como pájaro sonaba lograr ser alguna vez y esa idea se estaba por cumplir.
Su madre le grita desde la cocina por la desaparición del cuchillo para cortar carne. Los padres son el ejemplo para sus hijos.
A veces la libertad se consigue  a un alto costo.
R.E.M
23 de abril 2020.


“Viento de Muerte y Poder"
(Esteban Rapela)

El viento ululaba entre los rascacielos y el caminaba contra el vendaval hasta que se produjo su completa detención pues su sombrero gris se había volado y tuvo que correr varios metros para alcanzarlo. Por suerte una señora de largo vestido negro lo atrapo entre sus brazos. Era temprano y el frio se hacía sentir aquella mañana en la Michigan Avenue. Se dirigía raudamente hacia la comisaria ya que estaba llegando impuntual por primera vez en diez años de carrera y no se lo podía permitir. La impuntualidad en los años 20' era vista como una falta de respeto.

Diez minutos antes había recibido una llamada secreta en su casa, pero solo pudo distinguir los últimos balbuceos en voz baja. Mientras se dirigía con diligencia por la principal avenida de Chicago, trataba de reconocer y repetir esas últimas palabras, pero la mañana helada impedía una correcta lucidez cerebral. Se arrepentía de haber llevado su Ford T al taller por algunas nimiedades, pues solía concentrarse y pensar mejor en él.

Una vez dentro de la comisaria, junto con el subcomisario Wilkins y policías novatos que daban sus primeros pasos, intento rememorar esas palabras pero no podía. Su cabeza estaba en blanco, hasta que un novato dijo una palabra que sonó parecido a sus oídos y le vino a la mente. Cerveza, cajones de cerveza! grito y se escuchó a lo largo y ancho de la comisaria. 

Como rayos en la última tormenta del mundo, salieron todos despavoridos, incluso el comisario Frank con su sombrero gris, hacia las patrullas. Una vez que reconocieron el mensaje, supieron al instante a quien pertenecía esa voz ronca, como sacada de un pozo sin fin. No faltaba ni pensar la dirección a tomar, su departamento era famoso hasta para los novatos. Alphonse Gabriel Capone, más conocido como "Al Capone" era una estrella en" la ciudad del viento".

La noche penetraba en las almas de los policías pues ellos sentían estar dentro de una cueva enorme y peligrosa, donde los pasillos silenciosos simulaban ser osos hambrientos y otras veces ocupados por personas a los cuales la muerte más que una enemiga, era su eterna confidente y consejera. Una amiga leal. 

En ese contexto negro, Frank y su patrulla deambulaban con la intención de detener al principal sospechoso del contrabando de alcohol en plena sanción de la ley seca. Del otro lado de la cancha, Al Capone, conocía al dedillo las trampas y los trucos del comisario Frank. Miedo no le corría por las venas al saberse perseguido por la Policía de Chicago. Al contrario, el decidió enfrentarlos sin ayuda de sus 5 hermanos, pues todos los demás ya habían fugado.

Frank y compañía entraban a las patadas y con palos en sus manos en todas las habitaciones donde el pudiera esconderse, pero la misión hasta ese momento no había tenido buenos réditos. Mientras, Al Capone permanecía escabullido esperando que arribe el momento ideal de ataque. Él se miraba en el espejo de su Ford Modelo A y se decía a sí mismo: "Puedes ir muy lejos con una sonrisa. Puedes ir mucho más lejos con una sonrisa y una pistola".

Su vida se organizaba bajo el miedo. Su vida se construyó en base al temor y así vivía, atemorizando a propios y extraños, durante el día y la noche por las calles y recovecos de la ciudad. 

Con la pistola cargada, estiro su mano izquierda y se alisto para salir del coche y enfrentar a Frank y a su patrulla. La profunda oscuridad del pasillo estaba de su lado, con su traje y sombrero oscuros de atuendo perfecto como preludio de una noche mortal. Ellos podían escucharlo pero no verlo, por lo tanto el aventajaba a sus contrincantes en ese detalle, pero ellos eran muchos cuando el dependía de su puntería.

Un tiro al aire fue el primer estallido como prólogo y método de acercamiento a sus presas, las cuales acercándose pudo divisar cuatro, entre ellos el rey de la manada, Frank. Segundo tiro, a la cabeza de uno de los novatos. La inexperiencia lo hizo caer de un suspiro al piso y provocar un golpe seco escuchado por todos. Luego de eso, se escondió debajo del porche y con otro tiro fulminante, mato al segundo novato de un tiro al cuello con mucha facilidad y puntería. En la cuenta le quedaban dos más hasta llegar a su objetivo final. 

A la cacería del subcomisario Wilkins se dirigía sigilosamente, cuando de repente Frank entra volando a través de la ventana y cayendo encima de él, con la guardia baja ante semejante acto. Ahí mismo se revuelcan con trompadas para ambos lados hasta que Wilkins aparece en escena y hace uso de su revolver Colt automático. 

La ambición de poder puede producir actos impensados. Una vez Frank asesinado, Wilkins llego a ser comisario de la ciudad de Chicago. Se desconoce el paradero de Al Capone.

R.E.M
12 DE ABRIL 2020


El último bastión


Compartimos  una revista literaria escobarense que sale de forma  bimestral, pero por la cuarentena ésta vez salió en formato digital. 



"Las Líneas del Amor" (Esteban Rapela)



5.35 am suena el despertador de Camila y remolonea y estira sus brazos rezando por cinco minutos más para dormir pero en el fondo, sabe que no puede y debe levantarse rápidamente pues el colectivo pasa puntualmente por su esquina. La rutina arranca a oscuras y en invierno la oscuridad es aún más profunda y persiste durante todo el viaje a Capital. 


Su desayuno habitual es café con pan, mermelada y una fruta, en este caso, eligió comer una naranja y la manzana la guardo en la mochila para el viaje de vuelta. Ella vive sola en el conurbano, en Benavidez, Partido de Tigre. Su vida rutinaria le indica que en diez minutos el colectivo Línea 15 estaría pasando, siempre con el mismo chofer a bordo, y ella debe tomarlo pues es el primer servicio Semirapido y el próximo recién llegara quince minutos después. 


De tantos viajes juntos, Camila y el chofer se saludan por el nombre. Luego, ella se marcha al fondo del colectivo previendo que en el puente de Garin se llenara y muchos viajaran como "ganado", y aún más un Lunes. 


Casi dos horas más tarde, ella llega a la facultad de Psicología tras haber tomado el subte Línea D y hacer la combinación con la Línea H y bajar en Plaza Miserere. A continuación, camina unas cuadras hasta su destino final, Avenida Hipólito Irigoyen 3242. Mucho trajín, mucho esfuerzo y mucha perseverancia, es lo que piensa ella todos los días de su vida, aunque duda de que coseche los frutos esperados una vez el titulo sea conseguido. 


Proverbios que aprendió de muy chiquita y que siempre llevara tatuados en su corazón son: "Cada uno es artífice de su destino" y otro como, " Cada uno cosecha lo que siembra", fueron aprendizajes inculcados por sus padres a causa de la pobreza en la cual ellos dos se vieron inmersos desde su nacimiento, un barrio pobre de Santiago del Estero, y es ahí mismo, siendo vecinos que se conocieron y vinieron a Buenos Aires, como tantos otros, con la idea de progresar. Pues, en ese ambiente marcado por la pobreza, Camila, gracias a ellos, llego a la universidad. El esfuerzo familiar le permitió entrar en la universidad y sin esfuerzo, ella sabe muy bien, nunca se graduara. 


Después de permanecer sentada tomando apuntes y escuchando diferentes clases y voces, las cinco horas de cursada llegaban a su meta final, pero se aproximaba el turno laboral por la tarde. Antes de eso, el recreo de una hora reloj en la confitería de la esquina, ubicada en Rivadavia y Avenida la Plata para almorzar lo más barato posible. Según su memoria, en su billetera de color negro, le quedaban ciento veinte pesos y con eso debía arreglarse para todo el día. Mañana es día de cobro, ella recuerda y se alegra. 


Con el estómago a medio llenar, ella camina quince cuadras con el objetivo de ahorrar unos mangos y luego ingresa al trabajo que la mantendrá muy ocupada hasta las 19 horas, aunque algunas veces su jefe le da horas extra mal pagas pero ella acepta de todas formas. Camila trabaja de secretaria de un abogado penal y en ciertas épocas y por ciertos motivos trabaja a cuatro manos, sin ayuda de nadie. Por esa razón y por el hecho del bajo sueldo recibido, ella ha tenido discusiones con su jefe. 


Una tenue garua cae en la Ciudad de Buenos aires, y ella se aleja lentamente dejando atrás los edificios más altos de Caballito. Regresar a casa es el último tramo y el último esfuerzo, pues viajar en la Línea 15 lo es realmente. Solo desea conseguir un asiento y devorar con ansias esa manzana encerrada en su mochila desde bien temprano. 


El cinco de abril no será recordado como un día cualquiera en su rutinaria y estructurada vida. 


Nada ni nadie cae del cielo justo en tus narices, sino que es el destino divino el que lo proporciona como regalo. Ese cinco de Abril fresco y lluvioso del 2019 rompió los circuitos normales de su vida. Después de tantos años envuelta en la pura soledad, después de tantos engaños y mentiras, de tanto falso amor, después de tanta lagrima derramada por boludos que no valían ni la primera...después de tanto sufrimiento ella conoció a Juan Pablo. 


Apenas lo vio lo supo, intuición femenina puede ser atribuida y después de una década en pareja con el, siente que estuvo acertada esa tarde lluviosa de Abril. Claramente no lo conoció en el lugar mas romántico, ni en la Torre Eiffel, ni en Venecia ni paseando por los Fiordos Noruegos, ni siquiera en Puerto Madero o Recoleta. Después de dos horas charlando, sentada junto a el en el colectivo, atravesando toda la ciudad de Buenos hasta llegar a Benavidez, y luego caminando hasta su casa acompañada de él, su corazón sintió algo que no había sentido nunca antes por ningún otro chico. 


Luego, los avatares de la vida misma los condujo por una ruta sinuosa, en continuos subibajas, con rupturas momentáneas y otras no tanto, pero su amor siempre fue real, verdadero y eterno, pues con solo pispiar los ojos de ambos por un segundo se notaba muy claramente. 


Luego de una década de acontecido ese suceso inédito y fortuito, al recordar los detalles se emociona hasta las lágrimas pues él ha sido su hombre y lo será por siempre. 


Una década fue comida por la vida, donde ella se dejó devorar por la rutina bien temprano, con el amanecer de cada mañana y viendo las estrellas en puro silencio al abrir el portón de su humilde casa. Su vida misma a cada paso que da, cada aroma que huele, cada voz masculina que oye y todas las veces que observa esos mismos ojos azules, son estacas en su corazón, pero aun así ella debe seguir caminando, a pesar del dolor. 


Hoy, egresada con título de honor de la Facultad de Psicología de la UBA y con muchos pacientes de lunes a viernes, habiendo abandonado su ajetreado y mal pago trabajo como secretaria de aquel abogado en el barrio de Once, recuerda su relación de amor y cae en llanto, aun a pesar de haber transcurrido ocho meses. 


Un tiempo considerable en el cual mucha agua ha pasado bajo el puente. Asimismo, muchas sesiones con su actual psicóloga. Muchos bares con amigos y alguna que otra cita con chicos conocidos por medio de redes sociales, pero nada. Nada importante. Su corazón persistía adormecido, apenas palpitaba. El amor es algo tan fuerte que produce sensaciones tan fuertes en ambos aspectos, o viajas a la Luna o te inundas diez metros en una laguna. 


Otro día concluyo y ella pudo a regañadientes contar el desenlace de esta relación.


Solo recuerdo sus últimas palabras que se grabaron en mi cabeza:" El amor nació y murió en el mismo lugar, gracias y por culpa del destino".


R.E.M


31 DE MARZO 2020.


  “SOFIA” (Esteban Rapela)



El sol se alejaba por el horizonte en una tarde fría y con muchas nubes, pero aun así ella debía salir de su casa hacia la morada de su única abuela, Gladys, una jubilada viuda de 80 años, pues su ex marido cayó en combate durante la segunda guerra mundial. En ese contexto marcado por la tragedia, su madre Zulema, siempre se caracterizó por su sobreprotección hacia sus hijos, y en especial, de su hija menor, Sofía. Las restricciones a la hora de salir han sido desde el primer día, una rígida costumbre familiar, principalmente por su padre Daniel, hijo del comisario del pueblo y actual jefe de policía del pueblo contiguo.

Las agujas del reloj de pulsera de Sofía marcaban las 7 pm, la hora indicada para abrir el picaporte y salir hacia la estación de tren, pero en el último instante su padre Daniel le dice que la acompaña a tomar el tren de las 7.08 con destino a Clarkson Station, en el barrio bohemio de Mississauga. Abrigados ambos hasta la coronilla debido al viento frieron persistente del Polo Norte, caminaron de la mano durante cinco cuadras en silencio, dado que tanto padre como hija, carecían de la cualidad de la charlatanería.

Como reloj suizo de primera calidad, el tren arribo y Sofía se despidió del padre con un beso pensando que en unos pocos días volvería a su casa, pero el futuro es incierto para todos y la vida te depara momentos nuevos a cada segundo. El tren arranco sigilosamente su marcha y en un santiamén, ella caminaba con destino a la casa de Gladys, su única abuela, ya que sus otros abuelos habían fallecido por guerras o enfermedades mortales.

Un gran abrazo fue el primer acto reflejo de Gladys al ver a su nieta menor acercarse, y rápidamente entraron en la casa pues el viento frio arreciaba en esos momentos. Acto seguido, ambas se sentaron en el gran sillón frente a la estufa de leña, la cual contenía una gran fuerza, irradiando mucho calor a lo largo y ancho de la gran casa.

Una vez que Sofía se aclimato y su débil cuerpo tomo calor, la abuela la invito al comedor pues la cena se presentaba suculenta, con tal solo apreciarla de lejos. Una sopa verde con una gran variedad de verduras y porotos, papas y zanahorias, que le proporcionaba un sabor excelente para contrarrestar la lúgubre y ventosa noche, observada a través del principal ventanal que conducía al patio trasero.
La noche continuo con una extendida sobremesa y luego un rico café, traído de Colombia por parte de su tío como previa antes de irse a dormir hasta la próxima alba. Al día siguiente, Gladys la esperaba con ansias en el living frente al gran ventanal para compartir el desayuno, pero Sofía no se despertaba. Por lo tanto, la abuela se preocupó por el sencillo motivo de que su nieta solía despertarse temprano al igual que sus padres.

Impaciente como de costumbre, la abuela decidió entrar a la habitación de su nieta, y se sorprendió al ver que la ventana permanecía abierta a pesar de los diez grados bajo cero imperantes de esa mañana, por ende le pregunta a su nieta porque la ventana había sido abierta, pero antes de que Sofía pronunciara palabra alguna, a la abuela se le ocurrió tocar su frente y saltar de preocupación por la temperatura que Sofía sufría en su cuerpo.

En un abrir y cerrar de ojos, levanto a su nieta de la cama y la condujo al baño para luego abrir el grifo del agua fría de la ducha, pues su nieta tiritaba de fiebre y tosía como nunca la había escuchado antes. Ante tal espectáculo estrepitoso y sorprendente, Gladys llamo de urgencia a los padres de Sofía para contarles lo que estaba sucediendo, mientras Sofía permanecía en la ducha, desde donde podía escuchar su continuo toser.

Transcurrieron veinte minutos desde la llamada de Gladys a los padres de Sofía hasta su llegada. Al poner un pie en la casa, la atmosfera hogareña olía a intranquilidad, cuando unas horas previas el ambiente se perfumaba con amor y charlas familiares. Acto seguido , Zulema, irrumpió en la habitación ya que Sofía gritaba por su profundo dolor de garganta, más la tos seca que profundizaba su malestar, y de postre, su fiebre no bajaba de los 39 grados.

Un instante después Daniel, su padre, ingreso pidiendo permiso en la habitación, y la contemplo a su hija menor, llorando en la cama, debido a su estado febril acompañado de su dolor de garganta. Ante este escenario negruzco como la noche, le pregunta a su hija todo lo que pudo haber hecho la noche anterior y ella ante tal pregunta le responde:
"Papi, no hice nada. Solo cene con la abuela una sopa y luego tomamos un café. Charlamos unas buenas horas de muchas cosas. Solo me acuerdo que la abuela tosió unas veces por el frio que últimamente estuvo haciendo y nada más. Nada raro, Papi."

Daniel nunca desconfió de los dichos de su hija, y le conto de manera textual a su mujer lo que Sofía le había dicho en la cama. Consternación y preocupación navegaban de la mano en el corazón de la abuela, pues ella ni nadie entendían que le estaba ocurriendo a su nieta. Posteriormente, una ambulancia aparco en la calle y el pediatra de la familia se acerca corriendo, toca el timbre e ingresa por la puerta trasera, es ahí cuando los padres lo abrazan con lágrimas en los ojos, previendo el peor desenlace.

"Tranquilidad ante todo", argumenta el pediatra al observar los ojos llorosos de los padres, y les pide que le marquen el camino hacia la habitación de la paciente. A continuación, como un rayo a toda velocidad, suben las escaleras primero los padres y detrás el pediatra, despacio pero seguro, sosteniendo en su mano derecha el botiquín y habiendo arrojado un segundo antes el sobretodo al sillón más cercano.

El panorama se avizoraba desfavorable al segundo de haber abierto la puerta, debido a que Sofía se le dificultaba respirar y su fiebre no había bajado, al contrario. El rostro del pediatra palideció al verla, sucumbida entre las sabanas y no se animó a pronunciar en voz alta algo que luego dijo para sus adentros: "Es un cuerpo sin alma".

En un abrir y cerrar de ojos, Sofía bajaba las escaleras en brazos del padre hacia la ambulancia, y detrás de ellos la madre y su abuela, ambas envueltas en la consternación constante y preocupadas por el devenir de su nena. Poco después, los enfermeros cerraron la puerta y el pediatra subió al asiento de copiloto para despedirse de las mujeres de la casa, ya que el papa viajaba con Sofía al costado de la camilla.

Sofía yacía envuelta en sabanas celestes y entubada a causa de su imposibilidad de respirar por sí misma. Sus ojos estaban cerrados, evitando gastar la menor energía posible, pensando muy profundamente porque su vida corría peligro tan repentinamente. Se preguntaba cada detalle de su última noche sana compartida con su abuela y en que había fallado para estar en esas condiciones unas horas después.

Durante todo el viaje, su padre permaneció a su lado, con sus manos enguantadas, apoyadas en la frente de su hija, y además se le proporciono un barbijo y gafas. Una vez que la ambulancia subió a la autopista número 6 con destino a Toronto, en menos de diez minutos doblaban en la esquina del hospital especializado en chicos.

Tan pronto como la ambulancia estaciono en el subsuelo del hospital, subieron por el ascensor justo ubicado en frente, y bajaron a Sofía rumbo al quirófano. La incertidumbre navegaba e inundaba las mentes de toda la familia pues no se conocía a ciencia cierta la enfermedad de Sofía. Entre pasillos se rumoreaba que podía ser una fuerte neumonía, pero Daniel presentía algo peor pero prefirió mantener bajo llaves su presentimiento.

Mientras Sofía subía en camilla junto con los enfermeros y su padre, su madre y la abuela subían por el ascensor principal hacia el cuarto piso y ultimo, donde se ubica el quirófano. Todos se encontraron al mismo tiempo en la puerta del mismo. La intriga carcomía el cerebro y los corazones de todos explotaban. Todos querían saber la enfermedad que Sofía sufría, pero al mismo tiempo tenían miedo de que fuese algo grave y mortal. Esa contradicción les revolvía el estómago y los condujo a navegar en mares de lágrimas una vez que Sofía se alejó hacia el quirófano.

Los próximos veinticinco minutos fueron eternos para la familia de Sofía, todos pegados a la puerta esperando que algún pediatra o enfermera abriera y diera buenas noticias. Se miraban entre ellos a través de las lágrimas, donde el silencio del pasillo aturdía sus oídos e inundaba sus corazones de intriga. Mientras sus ansias crecían a pasos agigantados, a unos metros se podía divisar la televisión desde una esquina, donde contaban la cantidad de infectados por coronavirus en Toronto. El virus los tomo desprevenidos. Subestimacion.

Los padres de Sofía se lamentaban de la cantidad de casos importados traídos de Europa y no entendían como los infectados evitaban cumplir la cuarentena alejados de sus familiares. Al contrario, llegaban de sus viajes de placer por el Viejo Continente y se reunían con sus familiares cuando desde el gobierno se aconsejaba aislarse por dos semanas como mínimo.

Se hizo la luz de repente cuando un pediatra, uno distinto al que acudió a su casa personalmente, abrió la puerta y los familiares de Sofía se acercaron al pediatra.

Antes de que los padres preguntaran por el diagnostico de su hija, el pediatra les pidió un minuto de silencio y lentamente les conto el estado médico de Sofía:
“Su hija es el paciente infectado numero 2036 de Coronavirus Covid-19. Lo lamento. Quedará en cuarentena las próximas dos semanas internada en terapia intensiva. Trataremos de hacer todo lo posible para salvarla. Los horarios de visita son restringidos: Lunes y viernes veinticinco minutos cada día, a partir de las 1 pm."

Desconcierto total en las miradas de los padres y de Gladys ante tal abrumadora noticia. No entendían. Quedaron estupefactos. Petrificados. Atados de pies y manos, como momias. Inactivos. Lo único que hicieron como acto reflejo fue abrazarse entre los tres y caminar por el largo pasillo hacia la salida, de la mano, con la cabeza agachas, preguntándose tantas cosas...

Una vez en el auto, puro silencio durante todo el viaje de vuelta, hasta que Zulema decidió prender la radio que decía lo siguiente:" España es el país con mayor número de infectados hasta el día de hoy. Todas aquellas personas que hayan regresado de ese país, como de Italia, deben cumplir cuarentena en sus casas, sin el permiso de recibir visitas".

Una vez que los padres escucharon ese comentario, los padres cayeron de repente en la cuenta que Gladys había vuelto de Madrid una semana antes.

Esteban Rapela


¿Quién es Esteban Rapela?


Corría el año 2004 y di mi primer paso, mis primeras estocadas como un novato escritor, un joven de 19 años,  el cual ya cursaba 2do año del profesorado de Ingles en Zárate,  y además trabajaba en algunas escuelas públicas del distrito.
Recuerdo esa tarde sabatina, cuando apoye la tinta azul sobre el papel rayado y arranque un camino largo hasta el día de hoy, habiendo escrito momentos agradables, tristes, muchos poemas de amor de relaciones acabadas y desenlaces familiares marcados por la pérdida paternal.
Música siempre de fondo, en ese momento, Lenny Kravitz y su guitarra como amigo en aquella tarde. De ahí en adelante, papel y lapicera fueron las bases de mi escritura, los cuales yacen desperdigados en los rincones de mi casa de Garin. Luego, con el progreso económico gracias al trabajo, conseguí adquirir una laptop y mi camino hacia los poemas fue más amigable. Hubo un cambio de música inspiradora, Laura Pausini regaba mi mente de buenas ideas, junto con sus canciones románticas, con un toque de tristeza y rencor.
Debo remontarme a los 90 y rememorar mis años en la escuela 5 de Garin, junto a mis tres hermanos y aquellos desayunos hechos por mi padre, el cual consistía de té  medio amargo y unas rodajas de pan con mermelada o miel y con la compañía de la radio y la voz inconfundible de  Magdalena Ruiz Guinazu. Luego del desayuno, había que partir a la escuela a pie junto a mi padre, y después él tomaba el 15 para ir a su trabajo en Palermo.
A lo largo de mi vida, la lectura, en especial los libros, no ha sido mi gran pasatiempo a pesar de tener una gran biblioteca en casa. Con el correr del tiempo, la vida misma me condujo por otro sendero y termine penetrando en el mundo mágico de la lectura hasta llegar a leer cien páginas en una hora de viaje en colectivo u 800 páginas  en diez días hábiles.
Por ende, la lectura forma y formara parte integral de mi vida desde el momento en que decidí introducirme en el mundo de la bibliotecología. Talvez mi mama, bibliotecaria durante 15 años y actualmente  jubilada, me haya marcado la ruta sin haberme dado cuenta, pero el ultimo empujón lo recibí de Nora, la mejor de todas!